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El espantapàjaros llamaba en vano a la alondra, que subìa y subìa:
-No me hagas caso, que nada de esto reza para ti. A los demas pajàros, si quiero espantarlos; pero tu puedes bajar todas la veces que se te dè la gana. Baja. Oye, por favor...
Enrique Anderson Imbert