domingo, 15 de noviembre de 2009

ilustrando a Marosa di Giorgio




“En la tarde estaba en el pasto hablando con Amelia. Amelia tenía ojos celestes, rodeados de oscuro, vestido de organdí amarillo, la falda con tres volados… Pasaban los pastores, decían por mí: ahí está con su muñeca. Es más grande que ella. O casi…Entonces llamé al último pastor, dije el secreto. El pastor le ordenó algo. Ella obedeció. El decía:”Parece viva”. Lo que ocurrió fue hermosísimo. Yo miraba, fijamente, y no miraba. El se alejo, primero. Después, yo, también, seguí hacia la casa, como si fuera a contarlo. Solo Amelia quedo tendida, allá, y aun se le movían las alas doradas.”
Marosa di Giorgio

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